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Las paredes del restaurante Casa Leopoldo, abierto el año 1929 en el corazón del Raval –entonces era el Barrio Chino– han visto de todo: al pintor Antoni Llauradó cediendo cuadros a cambio de un plato caliente, a Lola Flores dándose de tortazos con Manolo Caracol, o a Orson Welles comiendo con Rita Hayworth. "Desgraciadamente, de esa primera época no queda nada de nada, solo el recuerdo en la memoria, no hemos guardado libro de firmas". Habla Rosa Gil, histórica restauradora de Casa Leopoldo, nieta del fundador Leopoldo Gil, que se traspasó el negocio en 2015 por jubilación.
Banco de Boquerones, grupo de restauración responsable del establecimiento desde el año 2024, han querido rendir homenaje a la (volcánica) personalidad de Gil, y Gil ha aceptado encantada: rompe su silencio mediático para presidir una comida homenaje en la que decir que hay Vips es quedarse corto: Jaume Collboni, el alcalde, los escritores Eduardo Mendoza y Daniel Vázquez Sallés, la cocinera Carme Ruscalleda, el empresario de cines y plazas de toros Pedro Balañá, el ex-presidente del Barça y empresario hotelero Joan Gaspar...
No es de extrañar: bajo la batuta de Rosa Gil, Casa Leopoldo fue EL restaurante literario de Barcelona, segunda casa de Marsé, Vázquez Montalbán o Terenci Moix, y también un centro de culto de los aficionados taurinos. La tragedia personal de Gil –casada ocho meses con el torero José Falcón, que murió en agosto de 1974 en plena faena, fue el último torero que murió en la Monumental de Barcelona– acabó de forjar un carácter fuerte (y dicho sea de paso: debía ser el único restaurante taurino de España de izquierdas: con su carácter anarquista y fuerza de voluntad, Gil debe haber heredado algo de su abuelo Leopoldo, un ferroviario de turolense de la CNT que llegó a Barcelona a principios del siglo XX).
"Vine con mi hija Carla el año pasado por su aniversario. Y desde entonces he venido un par de veces más con amigas", nos cuenta Rosa Gil en un reservado, previo al homenaje. ¿Qué opinión le merece la tercera propiedad del restaurante desde su retiro? "Pues ha mantenido bastante la esencia. No del todo. Cuando lo llevábamos nosotros era un restaurante caro. En los inicios de la última época, por allá el 2008, el tiquet medio era de 50 euros en arriba", explica.
Empezó como un sitio popular, claro: "A principios del siglo XX, la familia de mi abuelo se instaló en las chabolas de Montjuïc. Y en la calle Aurora se instaló toda la familia, y empezaron a dar de comer y cenar en un bar. Eran seis. Y por lo que me contaban, durante la República muchos locales de esta parte de la ciudad no cerraban en toda la noche", recuerda.
En 1929 abrió Casa Leopoldo en la calle de San Rafael, y cuenta que fueron de los primeros de Barcelona, en la década de los años cuarenta, en dar cenas a cinco pesetas, es decir, las famosas cenas de duro. Al contrario de lo que parece, eran una cena de lujo: "El menú económico costaba un puñado de céntimos. ¡Imagínate pagar cinco duros!", ríe.
Fuimos de los primeros a servir mar y montaña, lo trajeron a Barcelona mis padres por el viaje de bodas a Tossa de Mar
Casa Leopoldo también tuvo una gran importancia gastronómica para la cocina catalana, claro. Según Gil, fue de los primeros restaurantes de Barcelona a servir platos de mar y montaña, a principios de los años sesenta. "Un cliente, Don Luís, descubrió Tossa de Mar y la Costa Brava. Por influencia suya, mis padres se fueron de luna de miel en 1948. Por ese entonces mi abuelo ya había hecho algunos cuartos, y se fueron a la Costa Brava en coche". Allí, en el hostal Cal Tonet, descubrieron las albóndigas con sepia y gamba y el pollo con cigalas, especialidades que se trajeron a Barcelona. "En la Costa Brava había muy poca carne, algún corral con algo de pollos y corderos, y supongo que se lo inventaron para evitar la monotonía de comer siempre pescado".
Como han cambiado las cosas. Rosa Gil se jubiló en 2015, a los 60 años, "harta de un negocio muy sacrificado. Si estás aquí con tu familia, no bajas de 14 hora diarias y un día y una tarde festiva a la semana. Piensa que aquí no se hizo festivo semanal hasta que tuvimos empleados. El abuelo no dejaba cerrar nunca", explica. Si su hija hubiera manifestado interés, no se habría traspasado el negocio, dice. Ha seguido la evolución del restaurante: "Esos chavales franceses [se refiere a Romain Fornells y Óscar Manresa] que fueron los primeros en pillarlo, se les fue la olla. Hicieron una carta demasiado cara. Y luego vinieron unos chinos que se lo cargaron".
No se entendería la riqueza culinaria de Barcelona sin Casa Leopoldo
Como decía, la barra de Casa Leopoldo burbujea con caras de gente muy importante. Podría pedirle la opinión a cualquiera, pero me parece que lo adecuado es preguntar a Carme Ruscalleda: una cocinera fundamental para que hable de una restauradora mítica. "Casa Leopoldo es un diamante de la personalidad gastronómica de Barcelona. No se entendería la riqueza culinaria de esta ciudad sin Casa Leopoldo". Ruscalleda da por buena la teoría de Gil sobre el origen del mar y montaña, y la aprovecha para soltar una pulla divertida. "El plato se inventó en Tossa de Mar hace muchos años. Pero ves, si no pasa en Barcelona, no existe", concluye.
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